jueves, 17 de enero de 2013

2013-01-01 Sidi Kauki

Una cena sencillita en la tasca de Víctor para pasar la noche vieja. Nada especial, pero la mar de especial. Si hubiéramos planeado una escapada al fin de la Tierra para pasar esta noche (y de algún modo, lo hicimos), no hubiéramos acertado mejor. La compañía de Ingosj, Audun y Unor fue algo maravilloso y mágico. Los cinco parecimos congeniar perfectamente bien, y la felicidad de estar en donde estábamos nos la contagiábamos las unas a los otros.
Charlamos mucho sobre el pueblo vasco y el suomi, y de la situación de sus idiomas a lo largo de la historia hasta hoy. Parecían coincidir en tantos aspectos... Tanto ellos como nosotros estábamos entusiasmados sobre lo que descubríamos a medida que pasaban las horas compartidas. Ninguno de nosotros se habría imaginado conocer pueblos tan lejanos y parecidos en algún lugar perdido de Marruecos.
Cuando terminamos de cenar Audun nos guió a un lugarcillo donde unos veinte autóctonos se reunían en una salita y hacían música tradicional. No se trataba de un bar, ni de una fiesta de fin de año, sino de una velada animada con músicas que recordaban al desierto del Sahara... una velada como la de ayer o la de mañana... en donde lo especial radica en que no hay afán de hacer algo especial, sino de disfrutar de la música. 
Volvimos a la casona de Hanna, recorriendo las calles de tierra y piedra sin más luz que el de la luna y el millón de estrellas en el cielo. Dormimos los cinco embriagados de sonrisas sin estar borrachos, y al calor del amor que fluía rebosante de mirada en mirada.

Hoy no hemos madrugado, pero el sol nos ha despertado relativamente pronto. Hemos echado el día tranquilamente paseando en la arena y entre las rocas, y en la tasca de Víctor. En un principio, Gorka y yo pensábamos partir temprano para coger en Essaouira el bus que nos devolvería a Marrakech, peeero esta increíble gente nos ha invitado a su casa alquilada en Essaouira, y no hemos podido más que dejarnos llevar por lo envolvente de todo momento. 
Volveríamos a Essaouira a eso de las seis y algo de la tarde. Nos  han guiado a su casa y Gorka y yo hemos flipado en colores. Una casa entera de tres plantas y azotea, con el típico patio marroquí en el centro. Decorado con mucho gusto al estilo del lugar, todo limpio, todo grande, Marylin la gata negra, un fuego bajo que Audun encendió nada más llegar y la increíble energía que entre los cinco se generaba.
Para agradecerles la invitación Gorka ha tenido una idea brillante: tal y como habíamos visto hacer a los locales, cogimos un puchero y fuimos a la tasquilla de Naima, mujer que nada más vernos se alegró e intentando ralentizar el árabe nos preguntó dónde habíamos estado el día anterior... "la bas?", "Handulila!"
Mientras nos calentaba la harira, compramos pan y dulces en la calle. Volvimos con toda la cena, y las raciones no pudieron salir mejor medidas! 
Después de cenar, nos imaginábamos a alguien preguntándonos desde cuándo nos conocíamos, pues la compenetración era increíble; y nos reíamos con la respuesta tan paradójica,  tan real y tan irreal: "We met last year; indeed, yesterday". Las horas nos volaban sin darnos cuenta, y cualquier opción parecía verdadera.



En la tasca de Víctor se cierran las contraventanas,
¡y salen botellas de vino en la mesa!


Aprovechando desde por la mañana los rayos del sol. 
Hanna ya ha vuelto de Essaouira.





Cada cual a sus cosas.





Ingosj, Audun, Unor y anónimo.



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