viernes, 18 de enero de 2013

2013-01-02

Gorka no ha dormido de puro éxtasis. Cuando me he despertado estaba tumbado a mi lado, y sonreía satisfecho. Nos hemos juntado los cinco con el sol en la azotea. Abrazos e intercambio de regalos. Tampoco nos han hecho falta demasiadas palabras, pues en el aire flotaban nuestros sentimientos en mayúsculas.
Hemos salido todos juntos a la calle. Hemos desayunado en la tasca de Naíma, para aprovechar y degustar por última vez (por ahora) la buena cocina de la mujer y saludarla hasta la próxima, Inshala! Después nosotros hemos tirado hacia la estación de autobús. Hoy nos ha tocado día de viaje: primero hasta Marrakech en bus, y después, en tren hacia el norte; a deshacer el camino hasta Tanger, para volver a recorrerlo hacia Chefchaouen en bus.
Precioso pueblo desde el cual se ven dos colinas como dos cuernos, como su propio nombre recuerda a los que conozcan el idioma.  Su medina es algo espectacular. No sé cuántas veces habré pisado sus calles de dibujo animado azul índigo, pero es algo de lo que no me canso. Resulta que este color repele a las moscas en verano, a parte de evitar que el color blanco deslumbre los ojos durante días soleados. Razones que cuando se pasea por entre las callejuelas arriba y abajo, parecen olvidarse, pues la belleza y el encanto se adueñan del entorno y de la imaginación, y las cuestiones prácticas se desvanecen hasta desaparecer de la mente como por arte de magia.
La última vez que había estado en Chaouen me hube albergado en un hotelillo apartado del cual guardaba un grato recuerdo. Y sin más orientación que mi propia intuición empecé a guiar a Gorka hacia algún lugar. Subimos y subimos cruzando decenas de de otros hotelillos en el camino y sin saber realmente hacia dónde nos dirigíamos. Un chavalillo se percató de que estábamos buscando algo, y cuando se aproximó para preguntarnos qué necesitábamos le respondimos "algún hotel barato" (pues no sabía el nombre del lugar que buscaba). "¡Ah! La Posada de Bilal..." pronunció el joven, y acto seguido algo vibró dentro de mi cuerpo. No sabía realmente si era porque aquel era el hotel que estaba buscando o porque en India conocimos a un Bilal que nos trajo tantos buenos momentos. Sea por lo que fuere, decidimos seguir su consejo y caminara hasta la Posada de Bilal. Nada más ver la callejuela-pasillo que conducía hasta la puerta del hostal, sonreí satisfecha por haber llegado hasta donde quise llegar.
Cuando vi la cara de Mohsine, no recordé su nombre, ni su voz, pero recordé su rostro y su mirada. Él también se quedó pensativo... es interesante observar que alguien está intentando acordarse de ti, sin conseguir ubicarte. En seguida le comenté que había estado allí con anterioridad y rió como satisfecho por haberlo sabido. En la salita común conocimos también a Nina y a Raúl, una mujer noruega que vivía allí desde hacía algunos meses y que sería nuestra vecina, y su gato adoptado y rejuguetón.


Unor y el gran Sol 


Gorka y el libre cielo


Ingosj y la feliz tranquilidad 



Naíma y su delicioso arte


Felicidad, felicidad, felicidad...



Gorka y un puesto de zumos de brócoli... ¿brócoli?


El tren de segunda de Marruecos. 

PRIMERAN, SEGUNDAKO BILLETIAZ!!
¡¡De primera con billete de segunda!!



No hay comentarios:

Publicar un comentario