lunes, 28 de enero de 2013

2013-01-28 Algo nuestro en Marruecos IV

El penúltimo día en Chefchaouen compré lana... sabia que allí había mucha y a un buen precio. Así que compré alrededor de tres kilos de lana de colores. No iba yo contenta ni nada con los bolsones a rebosar... solo de imaginarme todo lo que podría hacer con ella me llenaba el cuerpo de alegría y exquisito humor. Además, no tuve que esperar mucho para empezar a crear con ella. 
Estábamos con Nina en la terraza de la Posada Bilal, tomándonos un tecito y gozando de una amena conversación al calorcito del sol, cuando Nina nos contó que tenía algo en mente... sacó algunas viejas y oxidadísimas estructuras de ex-lámparas de la zona donde Bilal y Mohsine amontonaban la cacharrería olvidada hasta nuevo reuso, y nos dijo que lo próximo que haría sería arreglarlas. Acto seguido mi cabeza  inventó la manera de hacerlo. Me acordé de las lanas y las subí corriendo. Le expliqué mi idea a Nina y le pareció estupenda. 
Volvimos a bajar para subir un cubo con agua y algunos estropajos. Les quitamos las antiguas y deshechas carcasas que ya no servían ni para hacer fuego, y limpiamos el esqueleto de las mismas. 
Cuando apareció Mohsine, ya estaba manos a la obra, así que antes de dijera nada, levanté la que iba a ser la nueva lámpara para preguntarle si le gustaba lo que estábamos haciendo, y sonrió agradecido. Nina se animó a probar a empezar otra, y ese día nos entretuvimos hasta bien entrada la noche, para dejar las dos listas para pasarles un cable y ponerles una bombilla. 
No se puede decir que esto que dejamos hecho, fuera algo premeditado o buscando hacer una ofrenda, pero de algún modo lo fue; o así lo sentí yo. Volví a disfrutar de hacer algo por el hecho de transcurrir el tiempo haciéndolo; y como recompensa Mohsine me dejó escoger el lugar que más me gustara para dejar las lámparas... ¿pero quién mejor que él mismo para decidir cuál sería el mejor sitio? Así, que agradecí el privilegio las quince veces que me lo propuso, y le dije que no eran mías, y que cada cual ordena en su casa. A mí me sobraba con ver la satisfacción en su cara sonriente... ¡y las lámparas colocadas y dispuestas dando color a la salita!





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