viernes, 25 de enero de 2013

2013-01-25 Algo nuestro en Marruecos I

A pocos días de empezar nuestro viaje por Marruecos, se nos ocurrió una idea nueva, una idea bonita. La idea voló a nuestra conversación cuando en Essaouira paseábamos por una de las zonas menos vistosas de la bella ciudad. No muy lejos de la preciosa medina, por la costa hacia el norte, nos adentramos en una calle larga, ancha, solitaria y polvorienta. Las fachadas de las casas parecían totalmente desiertas, pero de algún balcón sobresalía alguna antena parabólica. La imagen resultaba un tanto inquietante; "la otra cara de la moneda". Para indagar más sobre la zona, nos metimos por una de calle perpendicular en dirección a la mar. La imagen allí detrás era incluso más pobre que antes. En la última calle, donde se suponía que debían estar los edificios de primera línea de costa, se levantaban fachadas derruidas; aquí el abandono era ya una obviedad, pues a través de sus ventanas se podía ver el cielo de encima del mar. Montones de basura... algún humo negro proveniente de más cerca de la cosa... la curiosidad nos empujó a seguir caminando por entre las montañas de escombro para averiguar si podríamos llegar a ver la costa... ¡quizá habría playa! Debíamos estar a cinco pasos. Y así fue.
Una playa donde parecía que las olas habían librado una batalla contra la primera línea de aquella zona, y lo habían destruido todo a su paso. Al otro lado de la fachada, quedaban expuestas solo las secuelas de algunas habitaciones de las viviendas que allí existieron. Esta imagen ya familiar, me causa especial sorpresa; siempre hay algún detalle perdido... como aquel espejo que aún colgaba en la única pared de lo que antes había sido un baño. Detalles que en algún momento fueron de lo más normal, y que ahora solo sirven para despertar alguna historia...
En aquella playa-vertedero rocosa, casi más que granos de arena, había pedazos de cerámica. Trozos de baldosas de  miles de colores, de miles de diseños, de miles de formas... Cosa que nos cautivó tanto a Gorka como a mí. ¡Con todo aquel material podríamos haber decorado todas las paredes de nuestra hipotética casa! Y seguro que hubiera quedado fabuloso... sin embargo, se nos ocurrió hacer algo con los pedazos. "¿Por qué no recogemos los pedazos y vamos haciendo un mandala sobre las rocas?". Casi antes de terminar la pregunta yo ya me había agachado a por ellas entusiasmada como una niña de las de antes con una piruleta. 
Estuvimos algo más de una hora... y el tiempo voló. Nos encantó la idea antes de empezar a hacerlo; nos siguió encantando mientras los hacíamos, sin prisas, sin objetivos, sin querer hacer nada que no fuera aquello en aquel momento; y nos encantó la forma de la idea una vez decidimos que hasta allí queríamos hacer. Nos sentimos la mar de felices por estar haciendo algo bonito que dejar en Essaouira, fue como hacer una ofrenda al lugar, como dar las gracias. 
Paseando de vuelta hacia la medina, dijimos que estaría bien si en cada sitio que visitásemos pudiéramos hacer algo parecido. No parecido físicamente, sino parecido en esencia. Y nos alegramos por dar un toque nuevo a la finalidad de nuestros viajes.

¡Ojalá nos acordemos de hacerlo siempre!











No hay comentarios:

Publicar un comentario