miércoles, 9 de enero de 2013

2012-12-23

Por la mañana hemos vuelto a poner nuestra cacharrería de segunda mano en un mercadillo alternativo, que esta vez ha tenido lugar en Elorrio. El fin de semana pasado debutamos en Atxondo, pero la verdad, es que justo-justo sacamos para pagar la mesa.
Sin embargo, hoy todo ha empezado a pintar mejor antes de montar completamente el chiringo. Y de ahi en adelante la cosa ha ido mejorando exponencialmente a medida que avanzaba la mañana y entraba el mediodía. 
Hemos recogido nuestros bártulos antes que nadie y hemos salido pitando para prepararnos algo para comer: las últimas cuatro cosas que quedaban en la nevera, pues hemos ido acabando todo para no dejar nada perecedero dentro. Antes de ducharnos y prepararnos para salir, hemos mirado en nuestra cuenta de couch-surfing, por si alguien se había apiadado de nosotros y nos ofrecía techo para esa misma noche en Madrid. 
Mañana por la mañana volaremos hacia Tanger, y hasta este momento no teníamos donde pasar la noche. ¡Y sonó la campana! Emilio y Paloma nos invitan a su casa amablemente. ¡Ole! Si es que no hay miedo... a última hora acaban por desenredarse los nudos, y sobre todo, si se cree que se van a desenredar. Cada vez soy más consciente de que la mejor suerte es la que uno mismo busca y encuentra. Apuntamos su número de teléfono y corrimos hasta la parada de autobús. Una hora más tarde nos hemos apeado en Bilbao, donde nos esperaba Carmen. 
Con Carmen, abogada manchega con la ideas claras, contactamos hace ya más de una semana mediante otro servicio muy interesante para los viajeros llamado Blablacar; un portal de Internet donde la gente que viaja en su transporte privado comparte sus asientos libres. Se comparten gastos y se comparte tiempo. 
En algo más de cuatro horas nos dejaba en Atocha, en donde quedamos con los que serían nuestros anfitriones y Alberto. A este lo conocimos en Pushkar, India, y el reencuentro fue grandioso. Miradas cómplices y brillantes,  y sonrisas amplísimas nos acompañaron en todo momento. Decidimos ir a cenar a un hindú, para degustar sabores que durante los últimos casi dos años solo probamos de memoria. 
Ya en el restaurante, Ana se unió al grupo, a la que conocimos también en Pushkar. La que no apareció fue Paloma, ya que volvía desde Gredos y aún no había llegado. 
Hace mucho tiempo que no me reía tanto y con tantas ganas como lo hicimos durante la cena y el té de postre. Nos despedimos y caminamos junto a Emilio hasta su casa. Un tipo con una energía muy buena, que para nuestro asombro y goce, es golfista profesional. Nada más llegar a su casa, a eso de las dos y pico de la madrugada, extendió un minigolf (o alfombrilla alargada que simula césped que cuyo nombre no sé ni siquiera si existe), sacó algunas pelotitas y su colección increíble de palos, y empezó a darnos nuestra primera lección de golf: posición corporal, agarre del palo, y movimiento del palo. Y la verdad es que a ninguno de los dos se nos dio mal, sino todo lo contrario. Con los golpes de Gorka alucinó hasta nuestro profesor de golf. 
Una hora más tarde aproximadamente, llegaba Paloma a casa de su increíble y arriesgada aventura en Gredos. Montañera y escaladora experimentada. Otra gran persona a la que no pudimos conocer más a fondo. Excusa perfecta para volver a vernos. 
Nos acostamos todos echos polvo. 


¡Que me lo quitan de la manooo!


"On the road again..."

No hay comentarios:

Publicar un comentario