lunes, 14 de enero de 2013

2012-12-28

Ayer por la mañana desayunamos con la calma y recogimos las mochilas para salir hacia Essaouira. El amable recepcionista nos dijo dónde coger el autobús local y nos pusimos a andar. Como aún era temprano,  decidimos no coger el taxi y seguir las instrucciones del mapa. Cosa que no fue fácil, pues en el mapa figuraban los nombres de las calles, pero en las mismas calles, no. Pero preguntando se llega a Roma, y así, dimos con la estación de autobuses, donde en los últimos quince metros, un hombre vestido de bien, apareció para decirnos que era el encargado de la estación, mientras agitaba algunos tiques en la mano. Nos guió hasta la taquilla sin nuestro consentimiento, y nos dijo el precio. Nos miramos y nos dimos la vuelta. "¡Anda ya! Váyase con su cuento chino a otra parte..." nos hubiera gustado decirle. 
El joven de la taquilla se percató de lo ocurrido y le dijo algo al hombre, que se marchó en seguida. Nos llamó y con una sonrisa amable y sincera nos dijo cuál era la tarifa real. Pagamos y fuimos a la dársena que nos correspondía. En diez minutos el bus partiría.
Essaouira, ciudad costera y digna de los comentarios positivos que sobre ella he escuchado a otras personas. Eso sí, está llena de turistas que vienen a disfrutar del clima templado y la playita, todo a un precio muy asequible. Un montón de ellos, surfistas que no dudan en meterse al fresco mar de estos lares. Con neopreno, claro. La playa es larga hasta decir basta, así que los paseos acaban donde uno quiere que acaben, y aún se podría seguir andando.













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