domingo, 20 de enero de 2013

2012-01-08 E-mail a Carlos. Lo prometido es deuda.


"Hola Carlos!!
 lo prometido es deuda, y aquí el e-mail que te prometimos. 
Mira, te cuento cómo sucedió nuestra odisea. Después de dejarnos tú, nos cogió un inglés afincado en Granada y que iba a escalar a Jaén. Aunque Alan lo intentó de buena gana, al final nos apeamos en un lugar no muy bueno para seguir haciendo dedo. 
Nos pusimos a andar buscando una entrada a la autovía, y con la benemérita nos topamos. ¡Jejeeje! Los agentes amablemente nos pidieron la documentación y nos dijeron que por allí no podíamos caminar, y que volviésemos todo el trayecto hasta la nacional. Llegamos a una rotondilla no muy frecuentada y al cabo de un buen rato, nos paró un simpático marroquí, de profesión mecánico, que nos dejó unos kilómetros más adelante, a unos 22 kilómetros de Bailen. 
Y hasta allí pudimos llegar. Estuvimos unas cuantas horas en tierra de nadie, desesperándonos a cada minuto que pasaba. Es lo que pasa cuando se decide el hacer dedo, y es que, cómo bien apuntó Alan, lo que tiene el autostop es que la suerte cambia en un segundo. Pero ese segundo no acabó de llegar. 
A todo esto, en la cafetería que había justo donde nos dejaron, preguntamos si pasaría por allí algún autobús en dirección Bailén. Nos dijeron que no, que en todo caso para Jaén, y que este normalmente pasaba a las dos. A las dos y media todavía no había pasado ninguno. Volvimos a preguntar y ya cayeron en que era festivo y que por eso quizá no pasase, pero que quizá a las cuatro pasaría otro. 
Nuestras caras de circunstancia cambiaban de color a cada instante. Nos pusimos cada cual haciendo dedo en direcciones contrarias, probando suerte en cualquier opción. A las tres y media seguíamos en el arcén. A esas alturas los dos juntos, que con compañía los pesares se hacen menos pesados. O más. No se sabe muy bien... ¡jejeje! 
Bueno, que al final, Myriam, otra marroquí muy guapa y con pañuelo en la cabeza al estilo tuareg, nos paró y nos acercó hasta la estación de autobuses de Jaén. No quedaba para nada en su trayecto... nos llevó hasta allí guiada por la compasión que sin duda sintió al sentir nuestra baja, aunque aún animada, energía y los muchos bultos que acarreábamos. 
Cuando ya estábamos para salirnos, aprovechando que el semáforo estaba en rojo, Gorka se percató de que le faltaba el móvil. Empezamos a mirar como locos en el coche, el semáforo cambió a verde, la urgencia se apoderaba de nosotros, las bocinas nos pitaban, tuvimos que agradecerle de todo corazón lo mucho que había hecho por nosotros y le dejamos que siguiera su marcha de vuelta a casa después de un día de trabajo en el albergue de Villargordo. 
Cabizbajos por los últimos acontecimientos del día, esperamos a que diesen las cuatro, cuando abriría la taquilla de los buses para Madrid. A las cuatro y media partiríamos para la capital. Llegamos allí a eso de las nueve, tras parar en Bailén, Valdepeñas y Manzanares. Seguido descendimos hasta el metro, pues, los autobuses del norte no salen de la misma estación que la de los autobuses que van p'al sur. 
Volviendo a preguntar en la taquilla, nos informaron de que el siguiente bus que saldría para Bilbo era el de las dos de la madrugada, exprés y bien caro. Nos miramos con cara de derrota. A Gorka se le ocurrió preguntar por el de Gasteiz. Menos mal. Habría uno a las doce y media, que nos dejaría en destino a las cinco de la madrugada. Solo de pensar en el frío que podría hacer a esa hora en Siberia-Gasteiz (por si no lo sabes, aquí se hace esa broma porque es una ciudad verdaderamente congelante), se nos hacía el culo pepsi-cola; pero como no había otra alternativa nos aferramos a lo que había. Este tipo de viajar sin planes es lo que tiene. Hay que saber llevar bien lo que venga. 
Nos fuimos al nivel menos dos, por lo menos, para acercarnos a una cafetería y pedirnos algo para llevarnos al estómago y un refresco para alegrar un poquito el paladar. Llamé a casa desde una cabina, para que no se preocupasen, ya que no estábamos localizables. Y mi aita, al enterarse de que llegábamos a esa hora se ofreció para venir a buscarnos. ¡Qué alegría de familia!, si es que da gusto. La suerte volvía a ponerse de nuestro lado. 
En el trayecto hacia tierras euskaldunas dormimos como niños. O como pudimos. Pero dormimos tranquilos. En efecto, a esas horas de la mañana, en Siberia-Gasteiz, como su nombre indica, hacia una frío de pelotas: menos dos grados. La estación estaba cerrada. Fuera quedábamos unos siete viajeros tiritando y con cara de sueño. Hasta que mi aita apareció con una sudaderilla y nos dirigió hasta el coche. A eso de las seis y media de la mañana, llegábamos a Elorrio, para tomarnos un tazón de leche y echarnos reventados a dormir el cansancio. 
Así que, como ves, hoy hemos podido llegar a trabajar sin problemas. Cansados. ¡Pero de muy buen humor!
Muchas gracias, por habernos cogido y habernos llevado pasada tu salida!!! esperamos que pudiéses pillar al individuo aquel y arreglar el asunto. 
Sé feliz, amigo!
 PAZ Y AMOR "

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