jueves, 4 de abril de 2013

2013-04-04 VUELTA AL PUNTO CERO

Crear y Liberar. Un proyecto que acaba. Creo que cuando empecé a escribirlo no me dí cuenta de que el viajar era lo que me hacía escribir el blog anterior. Y lo empecé con la misma idea en la cabeza... o quizá no, no lo sé, pero da igual, la cosa es que escribo un montón pero no me da la chispa de seguir este blog...  no paro de escribir pero no sé cómo darle salida, lo que sí sé es que no va a ser en este blog. Tiene que tener una estructura diferente, porque siento que me crecen ramas de diferentes árboles, cada cual con sus frutos y sus flores, y no se pueden encajar todos ellos en orden cronológico y ya está... lo que ha cambiado es lo que busco en el recipiente de mi creación; nada más y nada menos. ¡Toma esa! me ha salido del tirón.
Por eso estoy dándole vueltas en la cabeza a otra historieta... ¡ojalá me anime, y si lo hago no dudaré en volver a compartirlo con este público invisible pero palpable!
GRACIAS

domingo, 3 de marzo de 2013

2013-03-03 Cambian las tornas

La semana pasada Andrés nos envío una petición de couch-surfing. Al parecer él junto a otra gente venían para Euskadi a tocar unos conciertos. Viajarían desde Madrid para tocar en Bilbao, Donostia y Durango. Resulta que en el último instante anularon los dos primeros conciertos por el temporal que estaba cayendo... pero aún quedó en pie el de Durango. 
Los conciertos empezarían el viernes a las once de la noche. Álvaro Llerena con sus muchos músicos sonando ritmos afro-americanos del Palenquito en Colombia, y Ovni Guarajé, electro-cumbia con las voces de la alegre cubana Laura y el Meditador almeriense... La verdad es que fue un palo para ellos, porque apenas acudió público al espectáculo. ¡Eso sí, los pocos que allí estuvimos no dejamos de bailar ni por un segundo!
Después de los conciertos, recogieron su equipo y todos a nuestro hogar... ¡Vaya reto! Ellos: 11, nosotros: 2 y Hulk: 1 y 1/2.  13 personas más Hulk. Y por supuesto, el reto no era meter a todas a dormir, pues sitio había de sobra para eso, el problema era entrar en el salón para charlar... 
De repente, en momentos en que te ves desde fuera, tanto a Gorka como a mí se nos antojaba una situación totalmente inesperada, increíble, anodina, especial, pero muy gratificante y que invitaba a sonreir sin parar. La mayoría eran colombianos, pero como ya he comentado, también había alguno de Venezuela, de Cuba, Madrid y Almería... cada uno con su acento y cada loco con su tema. Y cada vez que Álvaro se ponía a charlar con Willy todos empezaban a mearse por su característico humor caribeño... Gorka y yo nos reíamos por lo divertido del momento porque ¡no éramos capaces de entenderles! A todo esto Pablo se había apoderado de la guitarra nada más la vio y amenizaba el ambiente sin pausa... 
Ahora ya sabemos lo que es tener en casa a dos bandas de música: una experiencia inolvidable.





(Imágenes descargadas desde Internet)


miércoles, 6 de febrero de 2013

2013-02-06 árabe

Estoy aprendiendo árabe. Al de una o dos semanas de llegar de Marruecos, me dieron inmensas ganas de aprender árabe... el volver a chapurrear un par de palabrejas después de tanto tiempo, me volvió a despertar esa preciosa curiosidad que te pica para que decidas ir a por ello. Para empezar pensé que podría hablar con los marroquíes que trabajan en la frutería. 
Otro día paseábamos con Hulk y pasamos por delante de su puerta, así que sin pensármelo dos veces, entré decidida al establecimiento y le pregunté al tendero si conocía alguien a quien le interesara recibir clases de euskera, y seguido me contestó que un amigo suyo y él mismo querían aprenderlo. Les ofrecí un trueque de idiomas, euskera por árabe. Sonrió porque le gustó la idea. Todo empezó con maravilloso pie. 
Solemos quedar los sábados por la tarde con ellos para intercambiar una hora de euskera por otra de árabe, y ya me he aprendido el alifato.
Me encanta la caligrafía, es misteriosa y juguetona, pero con la fonética me pierdo un poco... Sonidos provenientes de extrañas partes de la garganta que ni siquiera sabía que estuvieran ahí. Pero poco a poco buena letra, ¡y entusiasmo no me falta! ¡así que con un poco de voluntad la próxima vez que vaya a tierras de parla árabe, podré hacerme entender algo mejor! 
¡Qué grande la vida y sus posibilidades!

lunes, 28 de enero de 2013

2013-01-28 Algo nuestro en Marruecos IV

El penúltimo día en Chefchaouen compré lana... sabia que allí había mucha y a un buen precio. Así que compré alrededor de tres kilos de lana de colores. No iba yo contenta ni nada con los bolsones a rebosar... solo de imaginarme todo lo que podría hacer con ella me llenaba el cuerpo de alegría y exquisito humor. Además, no tuve que esperar mucho para empezar a crear con ella. 
Estábamos con Nina en la terraza de la Posada Bilal, tomándonos un tecito y gozando de una amena conversación al calorcito del sol, cuando Nina nos contó que tenía algo en mente... sacó algunas viejas y oxidadísimas estructuras de ex-lámparas de la zona donde Bilal y Mohsine amontonaban la cacharrería olvidada hasta nuevo reuso, y nos dijo que lo próximo que haría sería arreglarlas. Acto seguido mi cabeza  inventó la manera de hacerlo. Me acordé de las lanas y las subí corriendo. Le expliqué mi idea a Nina y le pareció estupenda. 
Volvimos a bajar para subir un cubo con agua y algunos estropajos. Les quitamos las antiguas y deshechas carcasas que ya no servían ni para hacer fuego, y limpiamos el esqueleto de las mismas. 
Cuando apareció Mohsine, ya estaba manos a la obra, así que antes de dijera nada, levanté la que iba a ser la nueva lámpara para preguntarle si le gustaba lo que estábamos haciendo, y sonrió agradecido. Nina se animó a probar a empezar otra, y ese día nos entretuvimos hasta bien entrada la noche, para dejar las dos listas para pasarles un cable y ponerles una bombilla. 
No se puede decir que esto que dejamos hecho, fuera algo premeditado o buscando hacer una ofrenda, pero de algún modo lo fue; o así lo sentí yo. Volví a disfrutar de hacer algo por el hecho de transcurrir el tiempo haciéndolo; y como recompensa Mohsine me dejó escoger el lugar que más me gustara para dejar las lámparas... ¿pero quién mejor que él mismo para decidir cuál sería el mejor sitio? Así, que agradecí el privilegio las quince veces que me lo propuso, y le dije que no eran mías, y que cada cual ordena en su casa. A mí me sobraba con ver la satisfacción en su cara sonriente... ¡y las lámparas colocadas y dispuestas dando color a la salita!





domingo, 27 de enero de 2013

2013-01-27 Algo nuestro en Marruecos III

En Chefchaouen también nos llegó nuestro momento artístico. Fue la mañana que decidimos hacernos unos bocatas de estupendos ingredientes (aceite de argán, queso, aguacate y tomate) y subir pal monte a echar la mañana reverdecidos. Primero llegamos a la mezquita blanca que veíamos desde la terraza; que desde el primer momento que la vimos sabíamos que antes o después habría que ir a indagar aquel lugar. 
Terminamos por subirnos un poco más a una zona menos transitada, en donde unos pocos árboles de formas mágicas, ofrecían su sombra a una pastora, que cuidaba de sus cabras que pastaban tranquilas y sin hacer mucho ruido (según Gorka, jamás había visto cabras tan silenciosas... a veces, sus teorías me dejan patidifusa, ¡pero divertida¡).
Total, al de poco se nos ocurrió lo de hacer algo para agradecer que hubiéramos llegado hasta aquel sitio. Recogeríamos piedras y daríamos forma a alguna forma... ¡eso es! Haríamos un "Riebengarden", que es un símbolo que los tres noruegos norteños nos habían mostrado días antes... La última mañana que pasamos juntos en la terraza de su choza en Essaouira, me habían regalado una cadena de plata, de la cual colgaba un pequeño Riebengarden tallado en plata por el mismo Audun. ¡Así que teníamos la chuleta colgada de mi cuello!
Durante el tiempo que transcurrimos recogiendo piedras y colocándolas, la pastora se hubo acercado a nosotros un par de veces para mirar lo que estábamos haciendo y murmurar algo para sí; seguramente, no andaría muy lejos de "¿Pero estos guiris, no tienen otra cosa que hacer que pasar el rato moviendo piedras?... sin ningún provecho, ni beneficio... esta gente está echada a perder...". Aún así, le ofrecimos una sonrisa y seguimos con la tarea. 
Hubo un momento en que se acercó otro joven, que había llegado con sus amigotes desde Rabat, a pasar el día en el campo, y muerto de curiosidad no dudo en preguntar qué estábamos haciendo. Al parecer se sorprendió con la respuesta... nunca había visto a nadie haciendo algo similar. Cautivado por lo diferente del momento, se unió a nuestra recogida de piedras. Aunque no duró mucho... agradecido y con más información sobre nosotros y nuestros planes, volvió a su grupo de amigos, que no duraron en tirar para abajo.
Para darle a aquella nuestra ofrenda un toque de color, terminamos usando más material: hojas verdes de uno de los árboles del lugar, ramitas chiquititas y marrones oscuras, semillas de algarroba de un color rojo-anaranjado... que para sacarlas de sus vainas necesitamos de otro momento de machacarlas entre dos piedras y extraer cada semillita con mucha paciencia... 
La verdad es que no son muchas las veces en que nos proponemos hacer algo, un esfuerzo, a cambio de nada, sino simplemente por el mero hecho de hacerlo y punto. Y hemos descubierto que realmente la satisfacción que se experimenta al transcurrir el tiempo haciéndolo, es algo único.

















sábado, 26 de enero de 2013

2013-01-26 Algo nuestro en Marruecos II

En Sidi-Kauki, la idea vino a mi cabeza mientras paseábamos por una playita rocosa de fuerte oleaje y unos pocos surfistas locos. Un montón de ramas secas; todas el mismo color gris-blanquecino, todas con diferentes formas redondeadas y sugerentes. Me acordé de que en la tasca de Victor había visto algunas de ellas atadas de unas cuerdas, haciendo un poco de cortina.
Seguí sacando algunas fotos y mirando a las ramitas... ¡claro! ¡eso es lo que podíamos hacer allí! Recoger un montón de ramas y después atarlas, seguiríamos con la obra que había empezado Victor con las cortinas rústicas y originales.
Resultó que también encontramos trozos de cuerdas, así que teníamos toda la materia prima en nuestras manos. 
Nos acercamos al lugar, nos sentamos en el borde de la terraza mirando a la calle y al mar, y empezamos a atar las ramas para después colgarlas del techado de bambú. No pasarían cinco minutos para cuando se nos acercó el señor que trabaja para Victor, al parecer, para explicarnos cómo economizar con la cuerda. Cogió uno de los trozos de cuerda, y con sus dedos robustos, curtidos y ennegrecidos, separó con gran esmero y facilidad las diferentes hebras de la cuerda, para así obtener de cada trozo de cuerda, tres o cuatro trozos de cuerda. Dijo algo en bereber y nosotros le sonreímos para comunicarle que habíamos entendido, al  tiempo que agachábamos la cabeza para mostrarle nuestro agradecimiento. Le caímos bien, y no le pareció bien dejar que unos de fuera estuvieran trabajando allí... se unió a nosotros e intentamos charlar.
"Domage... domage..." decía él en su pobre francés, para hacernos entender que lamentaba no poder comunicarse. Seguimos un rato en silencio, cada cual con sus cuerdas y sus ramitas. Hasta que de nuevo me miró fijamente con sus ojos brillantes y juguetones, y me dijo algo en su idioma: "itri","etera", pasaron un buen rato de explicaciones y risas hasta que entendí lo que significaba, y se lo traduje a mi idioma: "izar", "izarrak". Se levantó y se marchó sin decir a dónde iba. Al de poco apareció con un libro en las manos. Era su libro de español, y me lo mostraba orgulloso. 
Seguimos un buen rato más, diseñando estrellas con las ramas e intercambiando palabras: señalábamos lo que queríamos decir, y después, cada uno se lo repetía en su idioma al otro hasta que este la pronunciara bien. 
Otro rato de lo más agradable, y otra ofrenda dejada Al Viento. 









Sidi Kauki, a cambio, me regaló algo, que la mano humana no habría alcanzado a hacer,
una concha gastada de tal manera que las formas que crea son naturalmente bellas. Ate la concha
a un collar que hice con algunos  trozos de cuerda que nos sobraron de la "cortina".



viernes, 25 de enero de 2013

2013-01-25 Algo nuestro en Marruecos I

A pocos días de empezar nuestro viaje por Marruecos, se nos ocurrió una idea nueva, una idea bonita. La idea voló a nuestra conversación cuando en Essaouira paseábamos por una de las zonas menos vistosas de la bella ciudad. No muy lejos de la preciosa medina, por la costa hacia el norte, nos adentramos en una calle larga, ancha, solitaria y polvorienta. Las fachadas de las casas parecían totalmente desiertas, pero de algún balcón sobresalía alguna antena parabólica. La imagen resultaba un tanto inquietante; "la otra cara de la moneda". Para indagar más sobre la zona, nos metimos por una de calle perpendicular en dirección a la mar. La imagen allí detrás era incluso más pobre que antes. En la última calle, donde se suponía que debían estar los edificios de primera línea de costa, se levantaban fachadas derruidas; aquí el abandono era ya una obviedad, pues a través de sus ventanas se podía ver el cielo de encima del mar. Montones de basura... algún humo negro proveniente de más cerca de la cosa... la curiosidad nos empujó a seguir caminando por entre las montañas de escombro para averiguar si podríamos llegar a ver la costa... ¡quizá habría playa! Debíamos estar a cinco pasos. Y así fue.
Una playa donde parecía que las olas habían librado una batalla contra la primera línea de aquella zona, y lo habían destruido todo a su paso. Al otro lado de la fachada, quedaban expuestas solo las secuelas de algunas habitaciones de las viviendas que allí existieron. Esta imagen ya familiar, me causa especial sorpresa; siempre hay algún detalle perdido... como aquel espejo que aún colgaba en la única pared de lo que antes había sido un baño. Detalles que en algún momento fueron de lo más normal, y que ahora solo sirven para despertar alguna historia...
En aquella playa-vertedero rocosa, casi más que granos de arena, había pedazos de cerámica. Trozos de baldosas de  miles de colores, de miles de diseños, de miles de formas... Cosa que nos cautivó tanto a Gorka como a mí. ¡Con todo aquel material podríamos haber decorado todas las paredes de nuestra hipotética casa! Y seguro que hubiera quedado fabuloso... sin embargo, se nos ocurrió hacer algo con los pedazos. "¿Por qué no recogemos los pedazos y vamos haciendo un mandala sobre las rocas?". Casi antes de terminar la pregunta yo ya me había agachado a por ellas entusiasmada como una niña de las de antes con una piruleta. 
Estuvimos algo más de una hora... y el tiempo voló. Nos encantó la idea antes de empezar a hacerlo; nos siguió encantando mientras los hacíamos, sin prisas, sin objetivos, sin querer hacer nada que no fuera aquello en aquel momento; y nos encantó la forma de la idea una vez decidimos que hasta allí queríamos hacer. Nos sentimos la mar de felices por estar haciendo algo bonito que dejar en Essaouira, fue como hacer una ofrenda al lugar, como dar las gracias. 
Paseando de vuelta hacia la medina, dijimos que estaría bien si en cada sitio que visitásemos pudiéramos hacer algo parecido. No parecido físicamente, sino parecido en esencia. Y nos alegramos por dar un toque nuevo a la finalidad de nuestros viajes.

¡Ojalá nos acordemos de hacerlo siempre!











domingo, 20 de enero de 2013

2012-01-08 E-mail a Carlos. Lo prometido es deuda.


"Hola Carlos!!
 lo prometido es deuda, y aquí el e-mail que te prometimos. 
Mira, te cuento cómo sucedió nuestra odisea. Después de dejarnos tú, nos cogió un inglés afincado en Granada y que iba a escalar a Jaén. Aunque Alan lo intentó de buena gana, al final nos apeamos en un lugar no muy bueno para seguir haciendo dedo. 
Nos pusimos a andar buscando una entrada a la autovía, y con la benemérita nos topamos. ¡Jejeeje! Los agentes amablemente nos pidieron la documentación y nos dijeron que por allí no podíamos caminar, y que volviésemos todo el trayecto hasta la nacional. Llegamos a una rotondilla no muy frecuentada y al cabo de un buen rato, nos paró un simpático marroquí, de profesión mecánico, que nos dejó unos kilómetros más adelante, a unos 22 kilómetros de Bailen. 
Y hasta allí pudimos llegar. Estuvimos unas cuantas horas en tierra de nadie, desesperándonos a cada minuto que pasaba. Es lo que pasa cuando se decide el hacer dedo, y es que, cómo bien apuntó Alan, lo que tiene el autostop es que la suerte cambia en un segundo. Pero ese segundo no acabó de llegar. 
A todo esto, en la cafetería que había justo donde nos dejaron, preguntamos si pasaría por allí algún autobús en dirección Bailén. Nos dijeron que no, que en todo caso para Jaén, y que este normalmente pasaba a las dos. A las dos y media todavía no había pasado ninguno. Volvimos a preguntar y ya cayeron en que era festivo y que por eso quizá no pasase, pero que quizá a las cuatro pasaría otro. 
Nuestras caras de circunstancia cambiaban de color a cada instante. Nos pusimos cada cual haciendo dedo en direcciones contrarias, probando suerte en cualquier opción. A las tres y media seguíamos en el arcén. A esas alturas los dos juntos, que con compañía los pesares se hacen menos pesados. O más. No se sabe muy bien... ¡jejeje! 
Bueno, que al final, Myriam, otra marroquí muy guapa y con pañuelo en la cabeza al estilo tuareg, nos paró y nos acercó hasta la estación de autobuses de Jaén. No quedaba para nada en su trayecto... nos llevó hasta allí guiada por la compasión que sin duda sintió al sentir nuestra baja, aunque aún animada, energía y los muchos bultos que acarreábamos. 
Cuando ya estábamos para salirnos, aprovechando que el semáforo estaba en rojo, Gorka se percató de que le faltaba el móvil. Empezamos a mirar como locos en el coche, el semáforo cambió a verde, la urgencia se apoderaba de nosotros, las bocinas nos pitaban, tuvimos que agradecerle de todo corazón lo mucho que había hecho por nosotros y le dejamos que siguiera su marcha de vuelta a casa después de un día de trabajo en el albergue de Villargordo. 
Cabizbajos por los últimos acontecimientos del día, esperamos a que diesen las cuatro, cuando abriría la taquilla de los buses para Madrid. A las cuatro y media partiríamos para la capital. Llegamos allí a eso de las nueve, tras parar en Bailén, Valdepeñas y Manzanares. Seguido descendimos hasta el metro, pues, los autobuses del norte no salen de la misma estación que la de los autobuses que van p'al sur. 
Volviendo a preguntar en la taquilla, nos informaron de que el siguiente bus que saldría para Bilbo era el de las dos de la madrugada, exprés y bien caro. Nos miramos con cara de derrota. A Gorka se le ocurrió preguntar por el de Gasteiz. Menos mal. Habría uno a las doce y media, que nos dejaría en destino a las cinco de la madrugada. Solo de pensar en el frío que podría hacer a esa hora en Siberia-Gasteiz (por si no lo sabes, aquí se hace esa broma porque es una ciudad verdaderamente congelante), se nos hacía el culo pepsi-cola; pero como no había otra alternativa nos aferramos a lo que había. Este tipo de viajar sin planes es lo que tiene. Hay que saber llevar bien lo que venga. 
Nos fuimos al nivel menos dos, por lo menos, para acercarnos a una cafetería y pedirnos algo para llevarnos al estómago y un refresco para alegrar un poquito el paladar. Llamé a casa desde una cabina, para que no se preocupasen, ya que no estábamos localizables. Y mi aita, al enterarse de que llegábamos a esa hora se ofreció para venir a buscarnos. ¡Qué alegría de familia!, si es que da gusto. La suerte volvía a ponerse de nuestro lado. 
En el trayecto hacia tierras euskaldunas dormimos como niños. O como pudimos. Pero dormimos tranquilos. En efecto, a esas horas de la mañana, en Siberia-Gasteiz, como su nombre indica, hacia una frío de pelotas: menos dos grados. La estación estaba cerrada. Fuera quedábamos unos siete viajeros tiritando y con cara de sueño. Hasta que mi aita apareció con una sudaderilla y nos dirigió hasta el coche. A eso de las seis y media de la mañana, llegábamos a Elorrio, para tomarnos un tazón de leche y echarnos reventados a dormir el cansancio. 
Así que, como ves, hoy hemos podido llegar a trabajar sin problemas. Cansados. ¡Pero de muy buen humor!
Muchas gracias, por habernos cogido y habernos llevado pasada tu salida!!! esperamos que pudiéses pillar al individuo aquel y arreglar el asunto. 
Sé feliz, amigo!
 PAZ Y AMOR "

2013-01-07

Lo bueno de dormir en un hotel de carretera es que para hacer dedo no tienes que caminar mucho. ¡Pero qué frío ha hecho en Loja esta noche! Y perduraba por la mañana... la hierba de los campos que pegan a la autovía tenían gruesas chaquetas de hielo encima. El sol aún no daba en esa parte del mundo.
A lo sumo habremos esperado 40 minutos, pero nos ha faltado poco para que el dedo que hace dedo no se nos petrificara. Finalmente, Carlos, que hablaba por teléfono a la entrada de carril de incorporación de la autovía, nos ha dado las luces, en señal de que nos acercásemos. 
¡Qué calentito se estaba en su cómodo cochazo! Otro hombre que se ha mostrado interesado en nuestro viaje y que incrédulo de nuestras palabras, nos ha dado su tarjeta para que le enviásemos un e-mail si llegábamos a casa a tiempo para dar nuestra clase de yoga al día siguiente.
Carlos no iba mucho  más allá que Granada, sin embargo, se ha saltado su salida tan solo para dejarnos en un mejor sitio para nuestra tarea.

sábado, 19 de enero de 2013

2013-01-06

La estancia en Chaouen ha sido suave y mágica, para no romper la cadena de energía que estamos tejiendo durante este viaje desde que pisamos Tanger hace dos semanas: té a la menta, cantos de los muyahidines, harira, beisar, exquisitos dulces y, sobre todo, agradable compañía. Mohsine se ha acercado a nosotros como personas, olvidándose de la palabra turista. Cada anochecer cogía su guitarra y nos entonaba canciones sufies. Una voz dulce y sensible que parecía llegar de algún lugar muy lejano y al mismo tiempo penetrar mi corazón y transportarme a mundos emocionales más presentes. Realmente me ha conmovido, con su saber colocar la voz, o tal vez su saber dejar que ella misma vaya a donde el sentimiento de la canción le lleve.
Nina, que es todo locura y corazón, nos ha dejado también su huella. Desde luego, en lo que respecta a este viaje nos llevamos parte de Marruecos con nosotros, pero casi podemos decir que parte de Noruega también.
A las dos ha salido nuestro bus hacia Tanger, desde donde saldríamos de Marruecos.
Ana, a la que vimos una noche antes de volar hacia aquí y que justo llegaba desde Tanger con un mochilón de los buenos, nos había avisado del truco del momento. Al parecer en los ferrys que navegan desde Tanger a Tarifa, los viajeros que van en coche pagan por coche y no por persona. Un marroquí le había invitado a ella a subir a su vehículo a cambio de algunos dirhans.
Así que sabiendo lo que sabíamos hicimos oídos sordos a todas las voces que nos perseguían vendiéndonos los tiques más baratos o bien advirtiéndonos de que por allí solo podían pasar viajeros con vehículo, y nos acercamos a la larga fila de coches que esperaba para subir al barco. Preguntamos a unos y a otros, hasta que, Juan Manuel, aceptó nuestra propuesta y nos dejó subir a su coche.
Aunque lo peor  que nos hubiera podido pasar fuera que nos hicieran pagar el billete, pasé un rato bueno de apuros. En momentos así soy un flan... pero todo salió redondo. Además, nos salió el trayecto gratis, ya que Juan Manuel no nos dejó pagarle. Se interesó por nuestro viaje y nos ofreció asiento hasta Valencia. Pararía en un hotel de carretera en las cercanías de Granada y al día siguiente, temprano, seguiría su ruta. 
Nosotros no traíamos nada planeado, así que cualquier oferta nos parecía buena. Decidimos acompañarle hasta el hotel de carretera, donde haríamos noche y al día siguiente comenzaría nuestra aventura a dedo.


recovecos... 1


¿dónde acaba el muro y dónde empieza la montaña?



recovecos... 2


recovecos... 3


la ilaha ila alah


harira y beisar


recovecos... 4


¡¡¡el butaneroooo!!!


niños que salen del cole y miran sonrientes al osado viajero que trepa árboles


lavaderos en pleno funcionamiento


Nina



Mohsine




viernes, 18 de enero de 2013

2013-01-02

Gorka no ha dormido de puro éxtasis. Cuando me he despertado estaba tumbado a mi lado, y sonreía satisfecho. Nos hemos juntado los cinco con el sol en la azotea. Abrazos e intercambio de regalos. Tampoco nos han hecho falta demasiadas palabras, pues en el aire flotaban nuestros sentimientos en mayúsculas.
Hemos salido todos juntos a la calle. Hemos desayunado en la tasca de Naíma, para aprovechar y degustar por última vez (por ahora) la buena cocina de la mujer y saludarla hasta la próxima, Inshala! Después nosotros hemos tirado hacia la estación de autobús. Hoy nos ha tocado día de viaje: primero hasta Marrakech en bus, y después, en tren hacia el norte; a deshacer el camino hasta Tanger, para volver a recorrerlo hacia Chefchaouen en bus.
Precioso pueblo desde el cual se ven dos colinas como dos cuernos, como su propio nombre recuerda a los que conozcan el idioma.  Su medina es algo espectacular. No sé cuántas veces habré pisado sus calles de dibujo animado azul índigo, pero es algo de lo que no me canso. Resulta que este color repele a las moscas en verano, a parte de evitar que el color blanco deslumbre los ojos durante días soleados. Razones que cuando se pasea por entre las callejuelas arriba y abajo, parecen olvidarse, pues la belleza y el encanto se adueñan del entorno y de la imaginación, y las cuestiones prácticas se desvanecen hasta desaparecer de la mente como por arte de magia.
La última vez que había estado en Chaouen me hube albergado en un hotelillo apartado del cual guardaba un grato recuerdo. Y sin más orientación que mi propia intuición empecé a guiar a Gorka hacia algún lugar. Subimos y subimos cruzando decenas de de otros hotelillos en el camino y sin saber realmente hacia dónde nos dirigíamos. Un chavalillo se percató de que estábamos buscando algo, y cuando se aproximó para preguntarnos qué necesitábamos le respondimos "algún hotel barato" (pues no sabía el nombre del lugar que buscaba). "¡Ah! La Posada de Bilal..." pronunció el joven, y acto seguido algo vibró dentro de mi cuerpo. No sabía realmente si era porque aquel era el hotel que estaba buscando o porque en India conocimos a un Bilal que nos trajo tantos buenos momentos. Sea por lo que fuere, decidimos seguir su consejo y caminara hasta la Posada de Bilal. Nada más ver la callejuela-pasillo que conducía hasta la puerta del hostal, sonreí satisfecha por haber llegado hasta donde quise llegar.
Cuando vi la cara de Mohsine, no recordé su nombre, ni su voz, pero recordé su rostro y su mirada. Él también se quedó pensativo... es interesante observar que alguien está intentando acordarse de ti, sin conseguir ubicarte. En seguida le comenté que había estado allí con anterioridad y rió como satisfecho por haberlo sabido. En la salita común conocimos también a Nina y a Raúl, una mujer noruega que vivía allí desde hacía algunos meses y que sería nuestra vecina, y su gato adoptado y rejuguetón.


Unor y el gran Sol 


Gorka y el libre cielo


Ingosj y la feliz tranquilidad 



Naíma y su delicioso arte


Felicidad, felicidad, felicidad...



Gorka y un puesto de zumos de brócoli... ¿brócoli?


El tren de segunda de Marruecos. 

PRIMERAN, SEGUNDAKO BILLETIAZ!!
¡¡De primera con billete de segunda!!



jueves, 17 de enero de 2013

2013-01-01 Sidi Kauki

Una cena sencillita en la tasca de Víctor para pasar la noche vieja. Nada especial, pero la mar de especial. Si hubiéramos planeado una escapada al fin de la Tierra para pasar esta noche (y de algún modo, lo hicimos), no hubiéramos acertado mejor. La compañía de Ingosj, Audun y Unor fue algo maravilloso y mágico. Los cinco parecimos congeniar perfectamente bien, y la felicidad de estar en donde estábamos nos la contagiábamos las unas a los otros.
Charlamos mucho sobre el pueblo vasco y el suomi, y de la situación de sus idiomas a lo largo de la historia hasta hoy. Parecían coincidir en tantos aspectos... Tanto ellos como nosotros estábamos entusiasmados sobre lo que descubríamos a medida que pasaban las horas compartidas. Ninguno de nosotros se habría imaginado conocer pueblos tan lejanos y parecidos en algún lugar perdido de Marruecos.
Cuando terminamos de cenar Audun nos guió a un lugarcillo donde unos veinte autóctonos se reunían en una salita y hacían música tradicional. No se trataba de un bar, ni de una fiesta de fin de año, sino de una velada animada con músicas que recordaban al desierto del Sahara... una velada como la de ayer o la de mañana... en donde lo especial radica en que no hay afán de hacer algo especial, sino de disfrutar de la música. 
Volvimos a la casona de Hanna, recorriendo las calles de tierra y piedra sin más luz que el de la luna y el millón de estrellas en el cielo. Dormimos los cinco embriagados de sonrisas sin estar borrachos, y al calor del amor que fluía rebosante de mirada en mirada.

Hoy no hemos madrugado, pero el sol nos ha despertado relativamente pronto. Hemos echado el día tranquilamente paseando en la arena y entre las rocas, y en la tasca de Víctor. En un principio, Gorka y yo pensábamos partir temprano para coger en Essaouira el bus que nos devolvería a Marrakech, peeero esta increíble gente nos ha invitado a su casa alquilada en Essaouira, y no hemos podido más que dejarnos llevar por lo envolvente de todo momento. 
Volveríamos a Essaouira a eso de las seis y algo de la tarde. Nos  han guiado a su casa y Gorka y yo hemos flipado en colores. Una casa entera de tres plantas y azotea, con el típico patio marroquí en el centro. Decorado con mucho gusto al estilo del lugar, todo limpio, todo grande, Marylin la gata negra, un fuego bajo que Audun encendió nada más llegar y la increíble energía que entre los cinco se generaba.
Para agradecerles la invitación Gorka ha tenido una idea brillante: tal y como habíamos visto hacer a los locales, cogimos un puchero y fuimos a la tasquilla de Naima, mujer que nada más vernos se alegró e intentando ralentizar el árabe nos preguntó dónde habíamos estado el día anterior... "la bas?", "Handulila!"
Mientras nos calentaba la harira, compramos pan y dulces en la calle. Volvimos con toda la cena, y las raciones no pudieron salir mejor medidas! 
Después de cenar, nos imaginábamos a alguien preguntándonos desde cuándo nos conocíamos, pues la compenetración era increíble; y nos reíamos con la respuesta tan paradójica,  tan real y tan irreal: "We met last year; indeed, yesterday". Las horas nos volaban sin darnos cuenta, y cualquier opción parecía verdadera.



En la tasca de Víctor se cierran las contraventanas,
¡y salen botellas de vino en la mesa!


Aprovechando desde por la mañana los rayos del sol. 
Hanna ya ha vuelto de Essaouira.





Cada cual a sus cosas.





Ingosj, Audun, Unor y anónimo.



miércoles, 16 de enero de 2013

2012-12-31

Hoy por la mañana hemos podido arreglar nuestro asunto con la banca gracias una llamada de teléfono. Acto seguido hemos recogido la habitación y nos hemos dirigido hacia la plaza donde paran los buses "cercanías". Tendríamos que esperar hasta que apareciese el número dos, pero cuando llevábamos una media horita de espera Gorka ha visto a tres guiris que corrían, al parecer, en busca de un autobús y ha ido corriendo tras ellos. Desde lejos me ha hecho muecas con una amplia sonrisa. Se trataba de tres noruegos, Ingosj, Unor y Audun, que al parecer también se dirigían hacia Sidi Kauki. Hemos acordado coger un taxi y compartir gastos. Nos hemos caído bien desde el primer instante.
No llega mucha gente a Sidi Kauki, a media hora de conducción, siguiendo la costa hacia el sur. Un pueblito de unos doscientos dispersos habitantes. Los noruegos conocían en el lugar a un español asentado que regenta una tasquilla a orillas de la extensísima playa. Hablando con Víctor, ya marroquinizado total, resulta que ha estado varias veces en Elorrio y que conoce a gente que yo también conozco. Cuanto más viajo más me doy cuenta de que somos los mismos dando rules por aquí y por allí.
Para más goce, resulta que Hanna, una artista holandesa que vive también en Sidi Kauki y que habíamos encontrado en la tasca de Víctor, nos ha ofrecido su apartamento a los cinco recién llegados, ya que ella irá a pasar la noche vieja en Essaouira. ¡Vaya! Es realmente asombroso vivir al momento las vueltas que la suerte nos ofrece cuando se vive al límite, sin más destino que el estar a gusto en el instante presente. Cuando la vida fluye en su libre albedrío y me acuerdo de estar despierta y dejarme llevar, solo puedo ser feliz.


Llegada a Sidi Kauki.



En la tasca de Víctor con Audun, Unor e Ingosj


El pescador de la zona llega con los frutos de su trabajo a negociar con Víctor



Con Cowboy, el mimoso y juguetón rey-gato de la casa



Anochecer desde la terraza de Hanna. 

Calle de Sidi Kauki y "patio" de nuestros vecinos



Pasando el frío atardecer a la luz de las velas en casa de Hanna.
En Sidi Kauki la electricidad brilla por su ausencia,
lo que favorece oscuras noches con grandiosos cielos estrellados.