miércoles, 16 de enero de 2013

2012-12-31

Hoy por la mañana hemos podido arreglar nuestro asunto con la banca gracias una llamada de teléfono. Acto seguido hemos recogido la habitación y nos hemos dirigido hacia la plaza donde paran los buses "cercanías". Tendríamos que esperar hasta que apareciese el número dos, pero cuando llevábamos una media horita de espera Gorka ha visto a tres guiris que corrían, al parecer, en busca de un autobús y ha ido corriendo tras ellos. Desde lejos me ha hecho muecas con una amplia sonrisa. Se trataba de tres noruegos, Ingosj, Unor y Audun, que al parecer también se dirigían hacia Sidi Kauki. Hemos acordado coger un taxi y compartir gastos. Nos hemos caído bien desde el primer instante.
No llega mucha gente a Sidi Kauki, a media hora de conducción, siguiendo la costa hacia el sur. Un pueblito de unos doscientos dispersos habitantes. Los noruegos conocían en el lugar a un español asentado que regenta una tasquilla a orillas de la extensísima playa. Hablando con Víctor, ya marroquinizado total, resulta que ha estado varias veces en Elorrio y que conoce a gente que yo también conozco. Cuanto más viajo más me doy cuenta de que somos los mismos dando rules por aquí y por allí.
Para más goce, resulta que Hanna, una artista holandesa que vive también en Sidi Kauki y que habíamos encontrado en la tasca de Víctor, nos ha ofrecido su apartamento a los cinco recién llegados, ya que ella irá a pasar la noche vieja en Essaouira. ¡Vaya! Es realmente asombroso vivir al momento las vueltas que la suerte nos ofrece cuando se vive al límite, sin más destino que el estar a gusto en el instante presente. Cuando la vida fluye en su libre albedrío y me acuerdo de estar despierta y dejarme llevar, solo puedo ser feliz.


Llegada a Sidi Kauki.



En la tasca de Víctor con Audun, Unor e Ingosj


El pescador de la zona llega con los frutos de su trabajo a negociar con Víctor



Con Cowboy, el mimoso y juguetón rey-gato de la casa



Anochecer desde la terraza de Hanna. 

Calle de Sidi Kauki y "patio" de nuestros vecinos



Pasando el frío atardecer a la luz de las velas en casa de Hanna.
En Sidi Kauki la electricidad brilla por su ausencia,
lo que favorece oscuras noches con grandiosos cielos estrellados.





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