domingo, 27 de enero de 2013

2013-01-27 Algo nuestro en Marruecos III

En Chefchaouen también nos llegó nuestro momento artístico. Fue la mañana que decidimos hacernos unos bocatas de estupendos ingredientes (aceite de argán, queso, aguacate y tomate) y subir pal monte a echar la mañana reverdecidos. Primero llegamos a la mezquita blanca que veíamos desde la terraza; que desde el primer momento que la vimos sabíamos que antes o después habría que ir a indagar aquel lugar. 
Terminamos por subirnos un poco más a una zona menos transitada, en donde unos pocos árboles de formas mágicas, ofrecían su sombra a una pastora, que cuidaba de sus cabras que pastaban tranquilas y sin hacer mucho ruido (según Gorka, jamás había visto cabras tan silenciosas... a veces, sus teorías me dejan patidifusa, ¡pero divertida¡).
Total, al de poco se nos ocurrió lo de hacer algo para agradecer que hubiéramos llegado hasta aquel sitio. Recogeríamos piedras y daríamos forma a alguna forma... ¡eso es! Haríamos un "Riebengarden", que es un símbolo que los tres noruegos norteños nos habían mostrado días antes... La última mañana que pasamos juntos en la terraza de su choza en Essaouira, me habían regalado una cadena de plata, de la cual colgaba un pequeño Riebengarden tallado en plata por el mismo Audun. ¡Así que teníamos la chuleta colgada de mi cuello!
Durante el tiempo que transcurrimos recogiendo piedras y colocándolas, la pastora se hubo acercado a nosotros un par de veces para mirar lo que estábamos haciendo y murmurar algo para sí; seguramente, no andaría muy lejos de "¿Pero estos guiris, no tienen otra cosa que hacer que pasar el rato moviendo piedras?... sin ningún provecho, ni beneficio... esta gente está echada a perder...". Aún así, le ofrecimos una sonrisa y seguimos con la tarea. 
Hubo un momento en que se acercó otro joven, que había llegado con sus amigotes desde Rabat, a pasar el día en el campo, y muerto de curiosidad no dudo en preguntar qué estábamos haciendo. Al parecer se sorprendió con la respuesta... nunca había visto a nadie haciendo algo similar. Cautivado por lo diferente del momento, se unió a nuestra recogida de piedras. Aunque no duró mucho... agradecido y con más información sobre nosotros y nuestros planes, volvió a su grupo de amigos, que no duraron en tirar para abajo.
Para darle a aquella nuestra ofrenda un toque de color, terminamos usando más material: hojas verdes de uno de los árboles del lugar, ramitas chiquititas y marrones oscuras, semillas de algarroba de un color rojo-anaranjado... que para sacarlas de sus vainas necesitamos de otro momento de machacarlas entre dos piedras y extraer cada semillita con mucha paciencia... 
La verdad es que no son muchas las veces en que nos proponemos hacer algo, un esfuerzo, a cambio de nada, sino simplemente por el mero hecho de hacerlo y punto. Y hemos descubierto que realmente la satisfacción que se experimenta al transcurrir el tiempo haciéndolo, es algo único.

















No hay comentarios:

Publicar un comentario