martes, 4 de diciembre de 2012

Qué a gusto se está, cuando se está a gusto

Llevamos una vida la mar de sencilla y no podría estar más a gusto. Soy feliz. Me levanto a las nueve más o menos, casi sin despertador, pues mi reloj biológico se ha acostumbrado con facilidad. El día transcurre sosegadamente. A parte de las seis sesiones de yoga semanales, no tengo ninguna otra atadura, así que me resta mucho tiempo para dedicarlo a lo que quiera. Y resulta que lo que quiero es cada vez una cosa diferente! Pero no me importa. Creo que estoy aprendiendo a aceptar que soy una de esas personas que se interesan por los saberes o proyectos nuevos, que empiezan un montón de cosas y ¡ya les gustaría acabar con la mitad!
Y en eso transcurren mis horas. Aprendiendo nuevos nudos de macramé, inventando cutre-muebles, leyendo, dando tumbos en la huerta de mi aita para maravillarme cada vez de la increíble fertilidad de nuestra  ama-lurra, escribiendo, soñando, disfrutando de la cercanía de la familia... siempre al lado de Gorka, compañero de viaje en este venir.
Además últimamente hemos recibido muchas visitas, por lo cual nos hemos sentido la mar de agradecidos. Hacía mucho que no sentía eso de ser anfitriona y guía en mi casa. Durante largo tiempo he tenido la fortuna de ser huésped bien recibida por cientos de gentes diversas por aquí y por allá... Y ahora que mis maletas ya no marchan, son los que conocí durante ese largo tiempo, los que vienen a visitarnos a casa.
Podría pedir más, pero, simplemente, no quiero.

¡Gracias Vida!

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